El dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional. Esa es la creencia budista que sostiene que el sufrimiento es solo producto de nuestro consciente. Cuando insistimos en recrear en la mente repetidas veces, aquello que nos lastimó, sometemos a nuestra mente y corazón al dolor de manera voluntaria.
El dolor surge por factores externos, pero nuestra insistencia en pensar en ellos y no dejarles atrás, nos lleva al sufrimiento. Pero, más allá de esto, existe un factor determinante que hace que nos aferremos al sufrimiento.
Deseo como necesidad de vida.
Cuando transformamos nuestros deseos en necesidades, nuestro valor, nuestra dignidad y amor propio, se ven en peligro. No saber diferenciar lo que queremos de lo que necesitamos, es la causa más frecuente del sufrimiento.
Esto se debe a que cuando no reconocemos que NO todo lo que deseamos es bueno, somos mucho más propenso a ser lastimados. En caso de que eso suceda, el transformar el deseo en necesidad, hace aún más difícil, desprenderse de aquello que nos lastima, justamente porque lo hemos empezado a ver como algo necesario para nuestra subsistencia.
Todo tiene su lugar y momento.
La mejor manera de evitar el sufrimiento, es darle el lugar que se merece a cada cosa que nos rodee. Cuando empezamos a ordenar nuestra vida con carácter, el temple emocional se fortalece y somos más capaces de desprendernos de aquello que no nos hace falta.
La inteligencia emocional es crucial para esto. Desarrollarla y comprenderla, será la mejor de combatir al sufrimiento.