Al igual que todas las guerras, la Segunda Guerra Mundia fue una masacre sin sentido. Entre 50 y 85 millones de personas perdieron la vida en este terrible y despiadado episodio que tristemente se convirtió en el conflicto más mortal de la historia de la humanidad.
En 1942 un grupo de 82 niños, 42 niñas y 40 niños, fueron vilmente, cruelmente asesinados, a sangre fría, por los nazis en Chelmno.
Esta ciudad polaca albergó el trágico título de tener el primer campo de exterminio alemán creado con el cruel fin de llevar una limpieza étnica a través de los asesinatos en masa.
Este grupo de niños pocedía de la aldea de Lidice, localizada en la actual República Checa, donde el 10 de junio como represalia por el asesinato del oficial nazi Reinhard Heydrich, Protectorado de Bohemia y Moravia, los alemanes destruyeron la aldea, asesinaron a los hombres y llevaron y separaron a mujeres y niños a los diferentes campos de concentración con el fin único de acabar con su vida, de asesinarlos.
El verano de 1942 fue para la población de Lidice su último verano, y ante este hecho terrible la profesora y escultora Marie Uchytilová decidió años después -en 1969-, profundamente conmovida por el hecho, crear este monumento de bronce para homenajear a aquellos niños y que nunca más se volviera a repetir algo tan profundamente abyecto, tan terrible e inhumano. Puro horror.
Dos décadas le llevó a Marie reproducir a los 82 niños a tamaño real en yeso. Miles de personas visitaron su taller en ese tiempo, pero por desgracia la escultora fallecía en otoño de 1989 de manera repentina, habiendo reproducido en bronce tan solo 3 de las siluetas que habían sido costeadas de su propio bolsillo.
Fue su esposo, J.V. Hampl, el encargado de terminar la obra que a día de hoy nos recuerda lo tremendas que son las guerras y que debemos luchar porque algo así, ni siquiera parecido, vuelva a tener lugar.