Hace falta la soledad. Se requiere un tiempo para encontrarse con uno mismo, para conocerse y para evaluar dónde tenemos los pies.
Detenerse a contemplar el panorama y ver cómo están estructurados nuestros pensamientos, es parte de la madurez de la inteligencia emocional. Detenerse a estar contigo misma, te ayuda a saber qué cosas estás haciendo mal, cómo mejorarlas y cómo seguir adelante con más ganas y determinación.
Es necesario desaparecer cada cierto tiempo, estar a solas y contemplar desde nuestra isla, el desorden de la vida, el caos y la pesadez, pero al mismo tiempo; lo hermoso, lo valioso y lo que vale la pena rescatar.
Aislarse, da el tiempo necesario para que, una vez que volvamos a la realidad, podamos descartar con mayor facilidad, aquello que, en soledad, reveló la verdadera esencia innecesaria de su ser. En otras palabras, alejarnos es una manera de saber cuál es la basura que hay que sacar, cuál se puede reciclar y cuál no es realmente una basura.
Son palabras duras, pero necesarias para que entiendas que esta vida, es un vertedero. Es fácil encontrar un montón de desperdicio y solo, si nos alejamos lo suficiente, nos damos cuenta qué tan grande es la suciedad de este mundo y donde están realmente las personas y caminos que valen la pena.
Tengamos un tiempo a solas, para nosotros, para nuestra alma. Hablemos con ella y nutramos el amor propio. Cuando sintamos que ya hemos saciado la sed de nuestro espíritus, podemos volver al vertedero, a buscar entre la basura, algo que valga la pena, algo que merezca nuestro tiempo ahí, y no nos haga querer volver a nuestra isla.