A diario la vida está llena de retos que ponen a prueba nuestra tolerancia. Las exigencias del trabajo, de los hijos, de la universidad, de tener que lidiar día a día con personas de todo tipo son ejemplos de situaciones que impregnan nuestra cotidianidad.
La gama de emociones que podemos llegar a sentir ante situaciones frustrantes van desde una simple incomodidad hasta la más intensa ira, y a veces no tenemos un consuelo inmediato suficientemente efectivo como para poder superar el mal momento y salir adelante.
Es en este momento donde debes tomar una decisión:
- O te distraes con actividades recreativas tales como hacer ejercicio, ver una película o dar un paseo por el parque
- O buscas compañía para conversar sobre lo ocurrido
- O corres al refrigerador a comerte cuanta cosa encuentres, en especial si es postre, a ver si se te endulza un poco la vida
En relación con esto último, ¿te has puesto a pensar en si de verdad te ayuda a superar la amargura?
Cuando usamos la comida como manera de lidiar con lo que sentimos y no para satisfacer la sensación normal de hambre, terminamos ingiriendo más de lo debido.
En un instante nos engullimos un paquete entero de galletas o una caja grande de bombones y no logramos saciarnos, pues no es hambre lo que tenemos sino ansiedad. Hacerlo de vez en mes puede no resultar un problema, pero cuando ocurre siempre que se te presenta un momento difícil terminas dañando tu cuerpo y sin resolver exitosamente el problema.
Si te sientes identificada con lo que acabas de leer significa que estás padeciendo de algo llamado ingesta emocional, pero no te preocupes: a continuación te ofrezco algunos tips para vencer esta tendencia que te está haciendo tanto mal:
#1 Identifica: lo primero y más importante que debes hacer es sentarte a revisar qué situaciones desencadenan la ingesta compulsiva de dulces para poder generar las alternativas correspondientes. Enfócate en los pensamientos, emociones y conductas que emites para que puedas modificarlos.
#2 Medita: iniciando con la respiración consciente, es necesario que aprendas a poner pausa en tu vida antes de que la ansiedad tome el control. Puedes ayudarte con música relajante y una taza de té.
#3 Distráete: a veces nos enfrascamos tanto en los problemas que no somos capaces de ver que hay una vida más allá de ellos. Cuando sientas que no puedes más, actividades como dar un paseo por el parque, trotar o escuchar música te ayudarán a bajar los niveles.
#4 Come de manera consciente: cada vez que engullas un bocado, tómate un tiempo para saborearlo. Aprecia su textura, su color, si es ácido o dulce, si es salado o tiene un sabor suave. Alimentarte de forma consciente te permitirá entender que la comida no es sólo para tragarla sino también para disfrutarla.
#5 Ten a la mano snacks saludables: en caso de emergencia (y de que te de hambre de verdad), procura tener alimentos sanos en tu refrigerador. Puedes comprarlos en la tienda más cercana o prepararlos tú misma, como es el caso de los palitos de célery o chips de zanahoria.
Si todos estos consejos no son suficientes para que puedas resolver el problema, te aconsejo que acudas a un especialista en salud mental para que puedas profundizar sobre ello. Recuerda que ellos son los que conocen las herramientas más apropiadas para que puedas recuperar tu bienestar.