Existió una mujer que, confiada y segura de si misma, estaba dispuesta a querer de manera incondicional, con convicción y entregándose de manera apasionada. Tenía la fiel creencia que “Los príncipes azules” existían detrás de aquellos hombres que le correspondían, a los cuales creía sus palabras pues, en ellas, había un presunto honor y lealtad que no les permitía romper sus promesas… Hasta que uno de ellos, le destruyó por dentro con la misma violencia que rompió sus promesas.
Pudo ser por un mensaje, por un olor de otra persona o porque el mismo villano, que una vez fue su príncipe, le confesó la verdad en su cara. El punto es, que esta mujer tocó la realidad, tal cual y como es. Su vida parecía acabarse, sus metas al lado de alguien desvanecerse y sus ganas de amar, agotarse.
Pero su vida no se acababa, apenas estaba comenzado. Muy adentro de ella, sabía, de manera casi inconsciente, que esto era una parte natural del ser humano… Que su fuerza sería fruto de la experiencia y que, ahora, quizás, ya no ame tan seguido, pero cuando lo haga, lo hará mejor.
El dolor le hace madurar. El tiempo le hace sanar. La experiencia le hace más fuerte y su corazón roto, ahora no busca quien lo arregle. Lo roto, aunque se reconstruya mil veces, tendrá grietas y cicatrices, pero solo a través de ellas, es que el hombre, que trabaje tan duro en llegar a su corazón, podrá ver lo que hay dentro.
Todo ello, la hace cuidar de sí, porque sabe que por dentro es frágil a pesar de haber tomado fuerzas. Porque sabe que amarse a si misma, es la mejor manera de que alguien más vea la luz que sale entre las grietas de su corazón. Porque sabe, que los príncipes azules no existen ya, y que cuando ame de nuevo, le dará parte de sí, solo a quien, a pesar de que tenga miles de defectos, uno de ellos no será la deslealtad.
Te convertiste en una mujer con pocas esperanzas en los demás, porque tal esperanza la depositaste en ti misma. Ahora te tachan de odiosa, creída y antipática, pues no sonríes tan seguido y solo te nace ser cariñosa con aquellos que, no con cantidad, sino calidad, comprenden que, quien eres hoy, es un reflejo de lo que fuiste ayer, y tanto en el pasado, como en el presente y en el futuro, serás maravillosa para aquel que te ame de nuevo, pero con lealtad.