La fidelidad es la cualidad de corresponder a un sentimiento determinado. No importa si ese sentimiento es tristeza, alegría, amor u odio. La mayoría de las personas que son infieles, no reconocen esta cualidad, no saben de qué trata o cómo funciona.
Cuando decidimos entrar en alguna relación, lo hacemos bajo la premisa de no engañar al otro, al menos eso es lo que nos enseñan los estándares sociales. Pero ¿qué hay con el “engañarse a uno mismo”?
Esa es la parte que los padres parecen olvidar explicarle a sus hijos, siendo esta la más importante de todas.
Míralo de esta manera: cuando amamos a otra persona, lo hacemos desde el interior. Es desde adentro que sale el amor que se entrega a los demás, es decir, desde el amor propio…
Sin este reconocimiento de la dignidad, no existe una entrega real, y lo que se busca es sólo llenar el vacío interno por medio de amores ajenos, siendo un engaño, no sólo para el otro, sino para nosotros también.
Lo mismo sucede con la fidelidad al sentimiento. Mientras no seamos fieles a aquello que sentimos, existirá un impulso natural por no corresponderle, porque nuestra razón se ha programado para que la fidelidad salga del cuerpo para afuera, y no para que nazca desde nuestra alma y trabaje para hacernos mejor persona por nosotros mismos.
La fidelidad al sentimiento propio, no es solo evitar un engaño interno, sino también, aprender a reconocer qué es lo que se siente en realidad por el otro. Es simple en realidad, si usted no sabe lo que siente, es porque no ha tenido la suficiente inteligencia emocional para conocerse y eso, en consecuencia, hará que seamos más propensos a engañarnos y engañar a las demás personas.