La relación no iba nada bien. Ya llevaban tiempo autoengañándose, haciéndose pensar que todo podía solucionarse, que se trataba de algo momentáneo, pero no fue así y todo esto les tomó por sorpresa…
Aquellos momentos felices, por más que buscaron repetirlos, ya no volverán, ni siquiera unos mejores que esos. Tal vez no lo hicieron de la mejor manera, o quizá no estaban lo suficientemente interesados porque aquel “felices para siempre” lo creyeron una realidad que nada ni nadie podía cambiar…
Pasaron los meses y las cosas fueron empeorando rápidamente. El día a día era algo prácticamente mecánico: despertar, bañarse, comer algo en la misma mesa cruzando apenas un par de palabras, irse a trabajar, regresar de tarde a meterse en un libro o en la TV y luego a dormir en la misma cama, mayormente uno de espaldas al otro. Se había perdido la costumbre de hablar de todo lo que les había pasado en el día, de aconsejarse, de besarse tiernamente antes de salir, de tener relaciones y de despertar abrazados, sabiendo que lo mejor que podían ver de primero al despertar era el rostro de la persona amada…
Los fines de semana era peor: él se iba con su familia y tú con la tuya, a veces paseabas con tus amigas o caminabas sola por el parque, pensando mil y un cosas. Ya ninguno de los dos lloraba ni se quejaba ni se molestaba en discutir acerca de esos temas que ponen a prueba a toda pareja, y cada quien llevaba los otros aspectos de su vida de manera exitosa.
Y luego llegó el día inesperado. Ambos, como por cosa de magia, se sientan a conversar y entienden que ya no hay más por hacer con la relación y deciden terminar. A pesar de todo lo vivido en los últimos tiempos, es algo que te duele profundamente y empiezas a sentir la ira, la frustración, la tristeza y la confusión normales en esa primera etapa por la que pasa cualquiera que experimente una pérdida importante…
Al poco tiempo, te enteras de que mientras estuvieron juntos él conversaba muchísimo con cierta chica del trabajo. En medio del torbellino, ella era su confidente y empezaron a pasar más tiempo juntos. Tú la conocías, pero nunca pensaste que pudiese ser una amenaza ni mucho menos –y eso que eres bastante celosa-, pues no se le veía interesada en él, al menos no en el aspecto romántico.
De igual manera, te llega la información de que chica es hoy su pareja, y lo que lo motivó finalmente a dejarte fue la ilusión que empezó a gestarse entre ellos. Mientras ustedes estaban en sus peores momentos él la pasaba muy bien con ella: salían, tomaban un trago, reían a carcajadas, hacían casi todo juntos, así como una vez lo hizo contigo.