Parece un virus que se transmite por el aire. La gente cada día va perdiendo más y más de esa dignidad, esa esencia que los hace especial, ese cariño interno que les permite dar amor a las demás personas de manera sana.
Todos los días, escuchas a alguien que dice que su pareja no le respeta, no le valora, le tiene en la indiferencia, pero, aun así, siguen con ellos. Te hace preguntarte ¿A dónde ha ido el amor propio de la gente? ¿Es que es tan difícil no tener un poquito de respeto por su propia dignidad?
Y tienen el descaro de decir que lo toleran, porque de eso se trata el amor, de luchar juntos hasta algún día ser felices… Idiotas, no saben nada del amor.
Amar no deja espacio para la indiferencia, las crisis constantes y las peleas sin propósito. El amor se basa en superar esas cosas, en querer que la otra persona sea feliz y querer mejorar como individuo, precisamente, para que las crisis y las indiferencias, no existan en la relación.
¿Ves el enorme sin sentido del que hablo?
No es tan difícil, es cosa de sentido común, pero a medida que pasan los años, las personas van creyéndose el cuentico de que, al amar, uno debe entregarse de manera ciega. Es como si relacionaran la pérdida del juicio cuando entregan el corazón.
Las relaciones tóxicas, esas que nos hacen sufrir más de lo que nos hacen sentir alegría, no tienen más sustento que la falta de amor propio. Son las personas que carecen de ello, las que intentan sostener una relación con parejas que les tratan mal, de manera indiferente y que, a diario, dan más dolores de cabezas que cualquier otra cosa.
Aprendamos a amarnos un poquito, a saber decir que no y a tener dignidad, que lo único que reflejas cuando dices “Me trata mal pero lo amo”, es una patética y desvalorizada calidad humana.