La positividad tóxica aparece cuando la dosis que incluimos de la misma en nuestra construcción de la realidad y/o expectativas se torna excesiva. Así, en este artículo hablamos del origen y consecuencias de este hábito pernicioso que la sociedad, de alguna manera, parece querer imponer.
Al ser humanos, somos únicos. El problema surge cuando nos vamos a los extremos. Es el caso de la positividad tóxica. Entonces, ser optimista a una enorme distancia de la realidad no es bueno.
Según la Real Academia Española de la Lengua (RAE), una persona positiva es aquella que es ‘optimista, inclinada a ver el lado favorable de las cosas’. Ahora bien, cuando hacemos referencia a la positividad tóxica hablamos de una positividad sin ancla o base en la realidad. Un caso extremo de este tipo de pensamiento sería aquella persona que piensa que va a tocarle la lotería, aunque no haya jugado.
Y, este tipo de situaciones o circunstancias genera pensamientos que alimentan expectativas que nunca se cumplen. Así, la persona tiene que lidiar todo el rato con sensaciones de impotencia.
Por otra parte, los fracasos son necesarios. María Caballero, en su libro «Neuroeducación de profesores y para profesores» señala lo fundamental que es la frustración para un adecuado proceso de autorregulación emocional. Enseñarlo desde la infancia, facilitaría al niño el reconocimiento y validación de sus estados emocionales.

También, el optimismo en exceso puede potenciar las ideas irracionales. Por ejemplo, «todo va a salir bien», «a las personas buenas siempre les va bien». Este tipo de frases terminan configurando un tipo de distorsión cognitiva.
Por otra parte, se habla de positividad tóxica cuando el exceso de optimismo nos lleva a una excitación y euforia tan extrema (manía) que dejamos de trabajar por completo con el mundo real. Entonces, podemos llegar a tomar decisiones poco asertivas generando un daño, tanto a nosotros como a los demás.
Además, podemos dar pasos a hacia la dirección equivocada; no es que cuando no seamos positivos no pueda suceder, pero si lo podríamos estar potenciando más. Sucede cuando tomamos decisiones poco meditadas alentados por una sobreconfianza en nuestra intuición o posibilidades.