Podemos decir que la mayoría de los procesos de acercamiento entre dos individuos, podemos afirmar que la atracción física tiene mucho que ver para desarrollar las primeras acciones. Pero inclusive en estas primeras interacciones, hay una especie de flechazo que se da por alguna cosa que va más allá de la simple atracción física, algo que en muchas ocasiones no podremos explicar, sino que sentimos que nos llama y nos atrae como si de una fuerza magnética se tratase.
La mente es algo tan etéreo que se relaciona a tantas cosas, pero que a final de cuentas no podemos ni siquiera darle una ubicación dentro de uno mismos… Pero cuando a una persona que conocemos lograr introducirse en ella, es como si se apoderara por completo de todo lo que somos.
No podemos huir de la atracción mental, somos seducidos por procesos afines, por coincidencias únicas, como si halláramos aquel ser con el cual sin mayor esfuerzo nuestro ser engrana y por primera vez tenemos la impresión de que algo nos hacía falta para poder funcionar mejor y así cada uno, dos sistemas increíblemente independientes son capaces de unirse para aportar en la vida de la otra persona.
La hermosura física es tan circunstancial, pasajera, atada a un estereotipo, si no te enamoras del alma de esa persona, siempre estarás en la búsqueda de un reemplazo, porque todo lo que en un día viste que llamó tu atención irá desapareciendo el brillo, se hará costumbre o hasta te agotara… Cuando vamos más allá, cuando nuestra mente siente refugio adecuado en otra mente, en la cual puede proyectarse, cuando nuestro corazón sincroniza con el de otra persona y logramos que su alegría sea la nuestra y sus angustias las sintamos como propias, estaremos completamente vinculado dos almas que se saben eternas y que han hallado a ese ser que de alguna manera pertenece a su vida.
No hay que esforzarse demasiado para amar cuando la atracción mental está presente, pero si la unión viene derivada de una simple atracción física, se necesita de mucha energía invertida, que aun así, no garantiza que el amor real pueda darse. A juro se necesita esa compatibilidad que solo se da desde aquello que no podemos apreciar con los sentidos, desde donde el amor real nace y por lo general se queda por siempre, inclusive cuando los cuerpos no están cerca.