Hoy te perdono, y no por ti sino por mí. Es muy pesado cargar la cruz del rencor, y necesito espacio para seguir mi vida de manera tranquila.
Tampoco vales tanto mi atención como para querer vengarme de ti ni algo parecido. Y aunque te juro que hago mi mejor esfuerzo para tratarte bien, me cuesta demasiado ser doble cara y prefiero decirte la verdad como es, sin pelos en la lengua. Así nos ahorramos el teatro.
Perdonarte es un acto liberador para mí porque te saco de mí y así tu imagen no me contamina más y queda un espacio libre para meter cosas que verdaderamente valen la pena, tales como amigos y familiares, experiencias interesantes y hábitos saludables.
Te perdono por nunca haber llegado a tiempo a nuestros encuentros y dejarme plantada en algunos. Te perdono por no interesarte en mi placer durante la intimidad. Te perdono que hayas tenido las peores palabras para mí y las más hermosas para otras mujeres.
Te perdono por ser tan ciego que no pudiste ver la buena mujer que tenías contigo y que ahora está frente a tí hablándote a la cara, como debe ser. Me libero, te dejo ir y sigo hacia adelante con mis metas y mis sueños, esperando que te vaya bien y que nunca más crucemos caminos ni por casualidad.