La fortaleza es imprescindible para evitar ser lastimados, pero, son estas heridas las que nos hacen madurar el carácter que tenemos frente al amor. Hace falta dicha madurez en cuanto a la inteligencia emocional que esta nos brinda y el control de los sentimientos.
Pero mucho ojo, que hemos hablado de fortaleza, más no de orgullo. Porque el orgullo, a pesar de que nos dé fuerza, no es aliada de la inteligencia emocional. El orgullo puede hace tonta a la gente, como esos grandes hombres de muchos músculos que no saben restar ni sumar.
Para ser feliz, se requiere fortaleza emocional, pero no orgullo, porque cuando te entregas a otra persona, no estás entregándote a una especie de competición donde tratan de evaluar quién tiene más fuerza que el otro. Cuando te entregas a una relación, tratas de ceder siempre ante la posibilidad de que no siempre tendrás la razón, de que hay momentos para demostrar debilidad, de que la sensibilidad no está peleada con la virilidad o la inteligencia.
La entrega, nos hace rendirnos ante la posibilidad de poner el corazón en manos ajenas y al mismo tiempo, tener el carácter para quitárselo cuando esas manos empiecen a jugar con el corazón o a descuidarlo.
Pero, estas decisiones, no requieren de orgullo. Estas decisiones requieren de la entrega sabia del sentimiento, sujeta siempre, a la inteligencia emocional, el carácter y el amor propio.