Del tiempo surge la epifanía que demuestra cuan fácil es dejar atrás a los nombres que te partieron el alma.
El tiempo es el mejor regalo para una herida que se ensancha con cada latido del corazón.
El tiempo es desesperante para el dolor, porque con él, se ve inminente la llegada de su fin.
Así que, hay que darle tiempo al tiempo para que vaya a su ritmo y arrase con todo lo malo que una vez fue propio de nuestra vida.
No nos ahoguemos en la desesperanza del dolor. Ahoguémonos mejor en las agujas del reloj y dejemos que, por cada segundo, el decida la manera en la cual sanar las heridas.
No apresuremos al tiempo, él sabe que ritmo llevar para que cada costura en el corazón, se haga bien, perfecta y sin dolor.
No apresuremos al corazón a latir más lento para que sienta menos, apresuremos nuestra paciencia mejor, para que aprendamos a esperar al tiempo, reina y dueña de lo que llega y se va.
Si hoy amaneces con ganas de no sentir más dolor, pues date un tiempo para ti.
Date un tiempo en la mañana para consentirte con un desayuno y una lectura.
Date un tiempo en la tarde para conversar contigo misma a solas y reflexionar acerca de lo insignificante del pasado.
Y, date un tiempo en la noche para regalar al corazón, un poco más de tiempo para que el día de mañana, duela menos que ayer.