Esta frase resume a la perfección que el éxito no se consigue en un día. El éxito no debe ser solo la punta del iceberg; de hecho, hay muchos fracasos que son más meritorios y merecen un reconocimiento mayor que algunos éxitos. Por otro lado, en el curriculum de todos los éxitos importantes siempre hay una colección de fracasos y obstáculos que fueron los suficientemente valiosos para que el proyecto siguiera adelante.
El éxito son años de trabajo, de fallos y decepciones silenciosas y lo podemos encontrar justo después del último fracaso.
Thomas Edison dijo una vez cuando se le preguntó acerca de sus numerosos intentos fallidos para crear la bombilla eléctrica “no he fracasado, he encontrado 10.000 maneras que no funcionan”. En esencia, él estaba diciendo que de sus fracasos habían sido una contribución muy importante para llegar a las estupendas bombillas con las que contamos en la actualidad.
El fracaso es simplemente la oportunidad de comenzar de nuevo, esta vez de forma más inteligente
El éxito se construye a través de los errores
Lo cierto es que nadie comete errores voluntariamente, sino por falta de conocimiento o paciencia. En vez de ver y juzgar los errores como algo malo y negativo, hay que empezar a valorarlos por lo que son: una oportunidad para aprender a hacer las cosas de una manera mejor y diferente.
La única tragedia consiste en no aprender de los errores: esta la única manera de que el esfuerzo invertido termine en el contenedor de la basura. El primer tropezón sirvió para que aprendieras a andar, la primera vez que te caíste de la bici sirvió para que aprendieras a montar sobre dos ruedas y la primera vez que confiaste en un amigo y te traicionó sirvió para que fueras más inteligente entregando tu confianza.
Tras una decepción, es positivo sentarnos y reflexionar sobre tres simples preguntas: ¿qué hicimos para que sucediera?, ¿qué hemos aprendido de lo que ha pasado? y ¿cómo haremos para que no vuelva a repetirse?
A pesar de que el error va siempre ligado a la naturaleza humana y a su proceso de aprendizaje, no todas las culturas lo aceptan como algo habitual y normal. Así lo asegura el estudio El espíritu emprendedor: elemento esencial para afrontar la crisis económica española, publicado en 2009 por el Círculo de Empresarios.
Según este informe, la sociedad española muestra una aversión al riesgo mucho mayor que la de otros países europeos, como consecuencia de la estigmatización del error por parte de la sociedad. En este sentido, el texto advierte de que un “fracaso inicial es un primer paso hacia el éxito de la actividad emprendedora”.
Esta misma actitud es compartida por el experto en creatividad inglés Ken Robinson, quien atribuye la extraordinaria inventiva de los niños y niñas a la ausencia de miedo ante los errores y fracasos. Su genialidad procede de que su curiosidad es mayor a su miedo para explorar senderos nuevos.
Rafael Galán autor del libro “El error positivo: el fracaso como antesala del éxito”, señala en su obra dos posibles posturas ante el error: la negación, y la aceptación positiva del mismo. Esta última, que será la que permitirá reconvertir el error en una situación óptima, implica un ejercicio de autocrítica que requerirá, en primer lugar, la aceptación de la equivocación y, finalmente, un análisis que ayude a detectar sus causas y a adoptar medidas preventivas para que los errores no se vuelvan a repetir.
Fuente: La mente es maravillosa