No quiero empezar a regalar versos tristes solo porque sí.
No quiero empezar a buscar culpables de quién rompió el corazón.
Tampoco quiero sumergirme en la nostalgia del debate,
Mejor, dejemos esto como un empate.
Porque cuando esto se acabó, empezamos a lanzarnos rocas de palabras a ver cuál dolía más, sin darnos cuenta de que la culpa, había sido de los dos.
Lo peor de todo ello, es que no sé si sentirme como cobarde por no haberte intentado recuperar a tiempo, o sentirme como valiente por irme sin mirar atrás.
Y del pasado puedo rescatar los besos que me dejaste en la piel, porque ni siquiera el orgullo prevalece dentro de mí.
Con tu partida también te llevaste las ganas de volver a querer, la confianza que tenía en mí, las ganas de salir adelante, los momentos de ocio donde compartíamos historias absurdas sobre extraterrestres, dioses y cosas que ni sabemos si existen.
Con tu partida, te llevaste la primavera y me dejaste de regalo un eterno invierno.
Pero estoy bien, voy mejorando de a poco. Cada año, uno de los 65 latidos por minutos del corazón que tengo al día, deja de molestar y gritarme en el pecho, recordándome lo mucho que duelen los “te quiero” que nunca me diste.
Así que, sí, voy mejorando, porque tu partida me duele solo cuando el corazón me late.