Hay corazones que aman intensamente y a pesar de las desgracias que le rodeen pueden seguir latiendo con la misma intensidad y por la misma persona.
¿Cómo le denominamos a estos corazones? ¿Insistentes, necios, crédulos? No lo sabemos. Cada quien tiene una razón para quedarse, pero así como muchos tienen esa razón, otros sencillamente no la encuentran.
Para quien se queda porque ama fielmente a su pareja, puede que el amor no se le agote, pero si la paciencia.
La gente de creer y esperar antes de dejar de amar. Es como el enamoramiento previo al amor. Del mismo modo, la desesperanza y la desconfianza es el preámbulo al desamor.
Cuando un corazón deja de creer en promesas y perdones, no queda nada más que salvar. El próximo paso es el amor llegando a su respectivo final.
Lo irónico del caso es que esto, aunque parezca un proceso lento, en realidad sucede en un abrir de ojos.
Puedes estar en una relación en crisis y creer que nunca se terminará porque siempre te perdonan o perdonas, pero, de pronto, todo se acaba.
El cerebro predomina sobre las decisiones y se comprende por medio de la razón que lo mejor es decir adiós.
Decir basta es la única solución a los amores que ya no tienen más remedio. Así es como debería ser. Así es como la gente debería amar: Predispuesta a quedarse mientras haya paz, luchar cuando haya guerra, y retirarse cuando todo esté perdido.