Todos hemos escuchado la frase “El amor es ciego”. Esto, por supuesto, no causa mucha comodidad a quienes aman. Deciden hacer oído sordo y aún más cuando alguien les falla y se dicen a sí mismo que debieron escuchar a quien les dijo tal frase.
La verdad es que pocas personas, cuando aman realmente, logran percatarse de los errores, o al menos eso creen ellos. La realidad es que prefieren colocarse una venda en los ojos ante las malas acciones de aquella persona a la que han puesto en un pedestal, y no, no se trata de ser masoquistas, sino de un mero comportamiento natural de negación de aquello que puede hacernos mucho daño y preferimos ignorar… Es casi una conducta irracional de la cual no se tiene mucho control.
Por ello, los psicólogos dicen que para amar hay que tener una enorme inteligencia emocional para poder hacerlo sin esa venda en los ojos que nos hace ciegos de los errores de nuestras parejas.
Según Kai Epstude Föster, un reconocido psicólogo, plantea que pensar mucho en el amor y todo lo que eso implica, dificulta la capacidad racional y a su vez, la propia acción de amar. También plantea que esta conducta suele ser un intercambio, es decir, cuando existe reciprocidad en la conducta de darlo todo de forma ciega, es más probable que el amor perdure, en otras palabras, somos ciegos pero amantes hasta el final.
Eso se debe a que nos aferramos de ambos extremos y sostenemos la relación en base una fantasía donde los errores no existen y los defectos no nos afectan. Se cree que con la edad, el amor madura y se ve distinto, así que esto de amar ciegamente, es algo que nos afecta en mayor medida si somos más jóvenes.
El sexo te hace más inteligente
El sexo es totalmente distinto al amor, ya que se trata de un acto netamente racional que no involucra emociones y que no nos hace ciego ante los defectos y errores de la otra persona. Sin embargo, esto no quiere decir que sea mejor, sencillamente… Es distinto.
El sexo se asocia con una mayor habilidad cognitiva y dicha ventaja, si se conoce en la juventud, seguramente formará parte de nuestra vida por mucho más tiempo del que creemos. Esto supone, a largo plazo, un desarraigo de las emociones y un estilo de vida mucho más banal, sin embargo, se ha demostrado que los ancianos que han tenido este tipo de conductas durante toda su vida, poseen una salud mental mucho más óptima que aquellos que han sufrido por amor.
Entonces, ¿O somos felices o somos inteligentes?
Hay que llegar a un punto de equilibrio. Si nos entregamos de forma desmedida aún cuando ya hemos sido lastimado, estamos siendo descuidados. El amor se hace para aprender, y a medida que crecemos, debemos de adoptar una conducta un poco más “arisca”, es decir, no ser tan tontos al momento de amar.
Amemos inteligentemente y reconozcamos los defectos de las demás personas. Aceptémoslo en la medida que sean aceptables y castiguémoslos si lo requiere, pero nunca nos pongamos una venda en los ojos al momento de amar porque eso supone una forma de aferrarse a una ilusión, una fantasía que tarde o temprano nos dañará la mente.
No recurras tanto al sexo ocasional y mucho menos si estás en una relación estable. Los psicólogos recomiendan que la juventud se mantenga para aprovechar el amor bruto y el sexo inteligente. Es decir, mientras seamos jóvenes, menores de 25 años, aprovechemos esta edad para amar por primera, segunda y tercera vez, aprender todo lo posible en cada relación y absorber la experiencia que el actuar como idiotas nos ha dejado, y al mismo tiempo, no desaprovechemos el tiempo con doble moralismos. Tenga sexo, cuídese, pero, sobre todo, hágalo sabiendo que, si ese será su estilo de vida pasado los 25 años, tenga en cuenta que le faltará una parte importantísima dentro de su ser para ser feliz, y esa parte es la del sentir amor y amar de forma inteligente.