Es normal que cedamos en ocasiones más de la cuenta, perdonar los hechos y que esperamos un poco más con esperanza de que las cosas mejoren. Pero en ocasiones, la realidad acaba cayendo por su propio peso para abrirnos los ojos.
El amor que uno siente no puede ser borrado de la noche a la mañana, pero cuando se pierde la paciencia uno empieza a quitarse las vendas de los ojos. Hay quienes dicen que la paciencia es una virtud, pero está claro que no se puede aplicar para todos los ámbitos, y además, debe tener unos límites.
El amor requiere compromiso, voluntad y paciencia, pero hasta cierto punto. No podemos pasar una vida entera siendo pacientes viendo cómo se vulneran nuestros derechos, nuestras necesidades como seres que necesitan reciprocidad, cuidado, afectos y reconocimiento.
La paciencia en el amor no es lo mismo que pasividad:
La paciencia que le tenemos a nuestra pareja es por motivo que estamos enamorados. Y por ello entregamos todo para poder recibir lo mismo. Muy diferente que la pasividad que viene a ser una relación calmada sin apuros.
¿Qué sucede cuando se termina la paciencia?
Cuando no tenemos paciencia llega la decepción porque ya somos conscientes de nuestra realidad en todos sus matices.
Esto no significa que tienes que romper al instante, si aún se sigue amando a esa persona. Entonces hablen y pongan en alto cual es la situación, diciendo lo que sienten y necesitan. No se trata de evadir el problema, Si ese compromiso nos importa, daremos todo lo que nos sea posible por mantenerlo.
Para que una relación prospere o sane esas carencias que nos hacen daño, el esfuerzo debe ser mutuo. En el momento que uno invierte más y el otro sólo invierte sus propias excusas, la paciencia se acaba perdiendo por completo, y con ella, la decepción se convierte en un abismo insondable.