No hay nada más controversial, que una persona que disfrute de su soledad. Eso se debe a que la sociedad ha conceptualizado al “estar solos”, como algo negativo, cuando es ahí, en ese punto y estado, cuando las mejores charlas con nuestro yo interno, suceden.
No hay que ver a la soledad como una penitencia, sino como un regalo. Esta es la mejor oportunidad de conocerse a sí mismos, y es, justamente por la falta de este conocimiento interno, que las personas pierden el foco de la autenticidad con más facilidad, cada día.
Muchas veces, la soledad no se elige, sino que, las decisiones que tomamos, nos llevan a estar en ese estado. Precisamente por ello, es que la soledad suele ser mal vista, porque cuando se da, muy pocas veces es por elección propia.
Por ello, es de sabios recibir la soledad con los brazos abiertos, y desde ahí, internalizarnos y meditar acerca de qué decisiones hemos estado tomando bien y cuales debemos dejar de lado. También, es un buen momento para pensar sobre las personas que nos rodean y sobre aquellos que se fueron. Pensar acerca del valor de cada uno en nuestra vida y pensar qué acciones llevaron a que se quedaran o se fueran.
Son los débiles, los que, por ignorancia, prefieren ir de brazos en brazos, porque no tienen la fuerza para darse cuenta que, dentro de sí mismos, hay un enorme universo que explorar. La falta de amor propio, es una de las principales causantes de ellos y, peor aún, esto no solo es malo para las personas que no saben estar solas, sino para quienes les reciben también.
Este desespero por estar en la vida de alguien, hace que la persona solitaria, busque manipular las emociones del otro para ser bien recibidos, porque esa necesidad de cariño que no encuentra dentro de sí, erróneamente, creen conseguirla en los brazos, palabras, besos y acciones ajenas.
Recuerda, debemos amar cuando estemos listos, no cuando sintamos que estamos solos.