Hace mucho que me cansé de soplar dientes de león, de pedir deseos a mis velas de cumpleaños y de buscar tréboles de cuatro hojas. Ahora busco la magia en mis dedos y la suerte en mi corazón… Porque al fin y al cabo, los fugaces somos nosotros y no las estrellas. Por eso, el mejor momento de ser feliz siempre es ahora.
Es posible que muchos de nosotros nos sintamos identificados con estas líneas, sin embargo ¿cuándo fue la última vez que nos atrevimos a dejar el reloj -y el móvil- a un lado para vivir con intensidad el “aquí y ahora”? A las personas se nos olvida a menudo que el término “presente” también significa “regalo”, y que los buenos regalos se disfrutan, se deleitan y ante todo, se aprecian.
Si la vida te golpea diez veces levántate once, porque las estrellas más brillantes salen en las noches más oscuras. Porque los fugaces somos nosotros y no ellas.
Alguien de quienes deberíamos aprender cada día son los niños. En cada uno de sus juegos acontece la magia y la pasión más innata. Van de un estímulo a otro apreciando ese presente, donde se suceden infinitas cosas interesantes de las que aprender. Hasta que al poco, aparece la voz del adulto apremiándolos, introduciéndolos en esa enfermedad llamada PRISA y en un enemigo llamado TIEMPO.
Nos hemos acostumbrado a medir el tiempo en base a la cantidad y no en la calidad. Los niños solo pueden ser niños y jugar de 6 a 7, mientras que los adultos postergamos nuestra felicidad al viernes o a las vacaciones de verano. No es lo adecuado.
Somos maravillosamente fugaces, aprende a brillar
Somos criaturas fugaces, es cierto. Nuestra cuota de vida es limitada, por tanto, es necesario que durante este maravilloso viaje aprendamos a hacer algo: a brillar. Porque parar el reloj y vivir intensamente es posible, de hecho, ni siquiera hace falta que busquemos grandes aventuras. Lo importante es vestirnos con nuestra mejor actitud, aunque lo que hagamos durante gran parte del día sea rutinario. Se trata de saber disfrutar.
El tiempo no vuelve atrás, por tanto, planta tu jardín y adorna tu alma en lugar de esperar a que alguien te traiga flores.
-William Shakespeare-
Fuente: La mente es maravillosa