Se realizó un estudio con cierto número de personas donde eran expuestos a imágenes de individuos que odiaban. Cuando veían estas imágenes la actividad cerebral aumentaba y se producía en áreas donde también se detecta actividad cerebral sobre el amor.
Al grupo de hombres y mujeres se le mostraron 17 fotografías de personas que ellos odiaban. Siendo los individuos de las imágenes ex – amantes o rivales de trabajo, a excepción de algún que otro político famoso. Es ahí donde se dieron cuenta que los escaneos cerebrales identificaron un patrón de actividad en diferentes áreas del cerebro que los investigadores llaman “circuito del odio” y eso se activa cuando la gente ve la cara de aquello que desprecia. Esto influye en la estructura de la corteza y la sub – corteza cerebral, representando un patrón distinto con emociones tan diferentes como por ejemplo el temor, las amenazas y el peligro.
Esta actividad cerebral se produce también en dos zonas que se activan claramente cuando la persona ve el rostro de una persona que quiere. Por ello, lo normal es que la actividad cerebral produzca una desactivación por una ruptura o una decepción convirtiendo ese amor en odio. Eso nos demuestra que ambas emociones son pasiones que, parece ser, van íntimamente unidas.
Esto explica porque el amor y el odio están tan íntimamente ligados en nuestras vidas. Es porque nuestra actividad cerebral está relacionada a esos sentimientos convirtiéndolo en uno. Y pasando de un sentimiento a otro de la forma más fácil.