No mendigues el amor de nadie. No existe persona tan importante como para merecer tus súplicas. Quedarse en una relación donde el amor de uno, ya acabó, es entregarse al sufrimiento. La persona que ama, o que se siente enamorada, nunca debe perder la razón por oír al corazón, porque de lo contrario, terminarás siendo esclavo de tus emociones.
“Esclavos de tus emociones”, suena lindo si lo lees en un poema de Pablo Neruda, pero en la realidad, es una forma de degradación del consciente. Asimilar que nos podemos dejar llevar por todo lo que sentimos, es aceptar que no tenemos la voluntad ni la fuerza para dirigir nuestra vida, incluso, cuando hay cosas que parecen hacernos perder el control.
Nadie ama lo suficiente, como para merecer la indiferencia o el maltrato de otra persona. Recuerda que, si bien el dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional. No podemos evitar que nos duela que, aquella persona a la cual le entregamos todo, nos haya dejado de amar, pero si insistimos en revivir algo que yace muerto, estamos provocándonos nuestro propio sufrimiento.
Por eso, decir adiós es, no solo de valientes, sino también de inteligentes. Quedarse donde no somos bienvenidos, es invitar a nuestra casa al sufrimiento. No demos el gusto a quien ya no nos ama, de vernos suplicar, porque solo quienes se arrodillan ante las emociones, son esclavos de sí mismo y los demás.
Ten carácter, mira al frente y prosigue, pues una puerta cerrada, abre miles de ventanas.