Esta carta va dedicada para aquellas que han tenido que dejar ir a un amor por el bien de los dos. Esto va para ti, el hombre de mi vida al que escogí la opción de dejarlo partir.
Después de tanto tiempo con alguien a la cual conoces muy bien y sin quien jamás imaginarías la vida luego de esa relación, es algo imposible que un día te veas expresándole “gracias por todo pero adiós”.

Luego de estar mucho tiempo junto, de ser grandes amigos, después de cada caricia, las discusiones y reconciliaciones, luego de todo lo que se puede vivir con aquella persona; darte cuenta de que el amor se ha esfumado al mismo instante para ambas partes, puede ser una verdad muy hiriente.
Y en ese entonces te das cuenta de que no queda casi nada que salvar, ves a tu pareja tan entusiasmada por cada uno de los pasos importantes que ha dado en su trayecto. Desde su trabajo hasta su vida espiritual, se halla en su mejor momento, y observas como todo en su vida y la tuya fluye de forma perfecta, excepto un detalle: su relación. Entonces te duele en el alma ver cómo su mirada de alegría te dice que están a punto de entrar en senderos muy distintos.

Te das cuenta de que tienes esa misma sensación, de que ya no te identificas con esa persona y que lo que más te hace feliz es saber que se encuentra tan bien, por lo que decides de la manera más humilde y romántica de tu vida: dejarlo marchar.
Dejar marchar a lo que realmente amas debe ser una decisión muy difícil la cual se basa en amor puro y verdadero. Puede que todo valga la pena, conservarán ese afecto mutuo y pueden ser infinitamente felices pero cada quién por su camino.