Como en todo, las ventajas y desventajas se pueden conseguir en cualquier lado, incluso en la relación de “enamorarse del mejor amigo”.
Por eso, en este artículo, compartiremos la historia de Cesiah Muñoz, para comprender que no siempre los finales son como en las películas.
“Siempre pensé que para tener una relación exitosa era necesario estar al lado de una persona que primero fuera tu amigo. Existen miles de historias y películas que durante mi adolescencia reforzaron mi idea de que el amor de mi vida sería mi mejor amigo.

Existen consecuencias de salir con tu mejor amigo y se las voy a contar: Cuando llegué a lo que sería mi primer empleo formal para liberar mi servicio social, conocí a Roberto. Debo admitir que desde un principio me cayó bien y bastaron unos cuantos días para que me sintiera atraída hacia él.
En ese entonces, Roberto pasaba por un momento complicado en su vida personal. Yo tenía apenas 24 años y por supuesto que me dio miedo estar con una persona con tantos problemas, así que opté por descartar completamente una relación amorosa.
Durante los siguientes cuatro años Roberto y yo construimos una entrañable amistad. En ese tiempo ambos tuvimos relaciones amorosas y nunca existió un cariño más allá de la amistad. Roberto se convirtió en mi mejor amigo, tal vez el mejor que he tenido.
El 31 de diciembre, en vísperas de Año Nuevo, me enteré que mi exnovio había terminado conmigo porque ya estaba viendo a otra persona.
Recuerdo que le llamé llorando a Roberto y él inmediatamente fue a verme para darme consuelo. Intoxicada por mi idea juvenil de que enamorarme de mi mejor amigo era lo mejor que me podía pasar, viví unos meses llenos de amor y alegría al lado de él.

Nada puede ser perfecto para siempre y lentamente las cosas cambiaron; empezaron a multiplicarse incidentes casi insignificantes que concedieron de manera peligrosa, el barniz de la trivialidad se agrietó, dejando paso a inquietantes hipótesis.
Pasamos de las risas a las discusiones. Por primera vez en cuatro años de amistad nos gritamos, nos insultamos e incluso nos despreciamos. La hermosa amistad que un día tuvimos se contaminó de rencor, celos, llanto y dolor.
No quería ser yo la que lastimara a una de las personas que más quería. No me di cuenta que el hecho de seguir en una relación que ya no tenía futuro era mucho más dañino para los dos. Roberto fue quien tuvo la iniciativa de terminar con la relación.
Lloré desconsoladamente en sus brazos, pero, me fulminó diciendo que la gasolina se le había acabado.
Por unos días me inundó una sensación de vacío y tristeza. Mi corazón se había roto en mil pedazos, me sentía fatal porque ya no podía platicarle a mi mejor amigo lo que me estaba pasando.
Pero al igual que como la grieta que se abrió y dejo entrar lo malo, se abrió una nueva que dejó entrar lo bueno. Poco a poco empecé a sentirme mejor. No pasó mucho tiempo para que me saliera una carcajada y sin proponérmelo surgió dentro de mí una fortaleza que nunca había sentido.
Realicé una introspección y me di cuenta de todo a lo que había renunciado por forzar algo que no podía ser. Disfruté mi soledad, mi compañía, valoré a mis amigos y familia. Sin duda me siento más plena y feliz de lo que me sentía cuando estaba con Roberto.
No obstante, aún pienso en él. Le echo de menos, no como pareja sino como amigo, como mi mejor amigo. Ha pasado poco tiempo desde que terminamos, y durante ese tiempo hemos tenido poco o nulo contacto porque yo así lo pedí.

Sé que no es momento para recuperar nuestra amistad, pero espero que llegue el día en el que podamos nuevamente ser como éramos. Hasta entonces seguiré trabajando en mí, en mis metas y mis sueños.