Un minuto, una semana, un año o toda la vida.
Depende de qué tan fuerte amaste.
Depende de qué tan fuerte fue la caída.
Depende de qué tan fuerte es tu corazón.
Saber con certeza cuánto tarda un corazón en sanar, es difícil. Pero si te puedo decir que, si le damos tiempo al tiempo para que nos sane, más pronto que tarde, estaremos amando de nuevo, entregando el corazón en otras manos ajenas.
Y es que, nos empeñamos en apresurar el dolor.
Queremos remendar las grietas con hilo y aguja y pretendemos que así, el corazón dejará de tener cicatrices.
La forma más rápida de sanar un corazón, es aceptando que esas grietas que tienes ahí, que se abren un poco cada vez que late, nunca se van a cerrar por completo.
Lo único que sana, es la memoria. Con el tiempo, el puesto que ocupaba dentro de nuestros recuerdos esa persona que nos lastimó, parece volverse más pequeño.
Se comienza a ocultar tras otras nuevas experiencias.
Caras nuevas.
Besos distintos.
Caricias de nuevas manos.
“Te amos” que suenan más convincentes y, en definitiva, en otros nombres.
Detrás de ello, se ocultan esos malos recuerdos, los cuales tienen una conexión directa con cada grieta en el miocardio.
Es ahí donde el tiempo se da a la tarea de ocultar todo lo que duele, lo que nos saca lágrimas y lo que lastima.
Es ahí donde debemos dejar de hurgar, ese rincón oscuro donde el tiempo hace lo suyo.
Un día, un mes, una década, un instante… Todo depende de la convicción con la que tú te propongas a sanar el corazón.