Todos alguna vez hemos perdido a un ser amado, y si nunca ha pasado por algo así es algo que más adelante lo harás. No podemos evadir la muerte pero algo que si podemos es alistarnos para ella. ¿Cómo? Pues viviendo una vida sin muchos excesos, entregando más de los que recibimos, siendo seres compasivos, y aprendiendo algo todo los días así como viviendo momentos alegres, pues los momentos y lo que hayamos aprendido es lo único que nos llevaremos al morir.
¿Qué ocurre cuando un ser querido fallece? Cuando un ser amado fallece inmediatamente lo que ocurre es que nos derrumbamos por completo. No podemos tratar de evitar sentir una gran tristeza y desolación al ver que ese ser humano con quien compartimos muchos momentos, aquel ser que tanto adoramos o que tanto nos amó, ese sujeto que tantos consejos nos dio y en tantos momentos nos brindó su apoyo, ya no la volveremos. Una sensación muy dolorosa incluso de solo recordarla.
Si eres una persona creyente de que hay algo más en este mundo, si tienes la certeza de que somos más que solo un cuerpo físico débil que perece, entonces podrás entender sin pánico a errarte, que ese ser querido en realidad no ha muerto. Solo su cuerpo débil es el que ha quedado en desuso, ya sea por un accidente que trato de evitar que ese cuerpo se restaurara, o por una enfermedad el cual su cuerpo no pudo aguantar, o probablemente por un tema de envejecimiento. Pues bien, el caso es que ese cuerpo ya no era para nada un lugar idóneo para nosotros como alma y espíritu.
Cuando nuestro cuerpo fallece quedamos en el aire, formando parte de esa energía que continua por un tiempo más en la tierra hasta culminar a su lugar inmortal. Pero lo más fundamental, es que una parte de ese ser al cual adoraste, vivirá contigo e incluso tendrá una relación mucho más personal.
En ti solo quedaran los recuerdos, esto te ayudará a mantener viva a ese sujeto el cual amaste, pero también descansara un fragmento de ese ser pues esa alma nunca va a olvidarte y nunca va a dejarte.