Debemos reconocer cuando alguien no necesita de nuestra presencia. Aceptar que no somos bienvenidos en un lugar, es una forma de corresponder a nuestro amor propio, porque quedarse donde no nos quieren, es un mero acto de necedad.
Sí, efectivamente suena mal y es una idea pesada de aceptar. Porque a veces, nos aferramos a aquello que amamos ciegamente, sin poder ver que, por mucho que se ame, si quien recibe el amor no nos quiere a su lado, estamos echando nuestra dignidad a la basura, estamos perdiendo el tiempo con alguien que no valora lo que tenemos para dar.
Hay que saber extender las alas y volar de ese lugar donde no somos recibidos, porque de lo contrario, si nos quedamos, estamos amando a la nada, estamos queriendo sin un propósito y sin una reciprocidad.
No es digno entregar amor a quien solo nos ofrece sus migajas. No existe honor ni respeto en ello. Ni siquiera por parte de quien se niega a darnos cariño, sino por parte de nosotros mismos, que somos quienes deciden a quien dar amor, y a quien dar ausencia.
Demos ausencia a quienes declaman con su indiferencia, que nos vayamos de su lado, cuando no estemos ahí, tendrán que valorar nuestras espaldas, pues cuando ofrecimos el corazón, no lo aprovecharon.