Quizá en dos minutos, al terminar de leer este texto, verás a tu alrededor y ahí estará, el amor de tu vida.
Tal vez, será en una semana, cuando vayas de fiesta con tus amigas o en una reunión en casa de alguien.
Puede que le conozcas en unas horas, cuando vayas camino al trabajo o a la universidad.
O quizá, te lo encuentres atendiendo la barra donde decidiste ir a tomar un café.
Así de improviso es el amor. Un momento no existe y al otro aparece de manera súbita.
No, no creo en el amor a primera vista, pero sí creo en esos flechazos que nos hacen delirar.
Esos momentos en que vemos algún desconocido en la calle, y nos preguntamos ¿Dónde diablos estuviste todo este tiempo?
El asunto es ¿Tenemos el valor de preguntárselo? ¿De pedir su número? ¿De buscar un tema de conversación cualquiera solo para conocerle?
Por ello, el amor es bipolar. Si lo buscas con empeño, quizá se esconda.
Pero si bajas la guardia y le das tiempo al tiempo, aparece, suplicando tu atención.
Debemos llenarnos de coraje cuando ese momento llegue, porque solo tenemos una oportunidad de conocer a un desconocido que nos ha cautivado.
Una palabra mal dicha, un gesto equívoco, y se acabó, debemos esperar el próximo tren a ver si en otro vagón, conseguimos una segunda oportunidad.
Quizá, esa persona también piense lo mismo que tú.
Quizá, él o ella, también estuvo esperándote todo este tiempo.
Quizá, esa persona sea la indicada…
Quizá, es el momento de no dejarle ir y arriesgarse.