En el trascurso de nuestra vida existen momentos en donde no paramos de hablar, sin embargo, conforme crecemos y vamos madurando aprendemos que con el silencio decimos mucho más. Esto incluso puede ayudarnos no solo a equivocarnos menos cuando tenemos una conversación con otra persona, además nos permite evitar dejarnos llevar por las emociones y decir palabras innecesarias.
Cuanto más inteligente te vuelves, menos hablas
Cuando llegamos a este mundo nuestro primer logro (aparte de aprender a caminar) es el de decir nuestra primera palabra y a partir de allí comenzamos a hablar más de la cuenta. En principio solo repetimos todo lo que oímos sin importar si esto resulta ofensivo para los demás, pues no tenemos conciencia de lo que está bien o está mal. Y una vez que podemos crear oraciones, el número de palabras que sale de nuestras bocas se multiplica, tanto así que terminamos hablando solos o con amigos imaginarios cuando estamos jugando.
Con el paso de los años aprendemos a comunicarnos mucho mejor y cuando llegamos a la adolescencia terminamos por abrir más la boca de lo que deberíamos. Esto nos lleva mucha veces a apresurarnos a dar respuestas erradas o a decir cosas que no deberíamos decir libremente.
Pero, asimismo con el paso de los años vamos madurando, y con esta madurez nuestra comunicación verbal se vuelve más evolucionada hasta el punto en el que terminamos aprendiendo a cerrar la boca. Y es que con el tiempo aprendemos que la boca tiene un poder mucho más grande que el resto de nuestro cuerpo. Muchos, de hecho, considerarían a nuestra boca como un arma de doble filo con la que podríamos herir gravemente a alguien al tiempo en el que nos lastimamos a nosotros mismos.
Nuestras palabras pueden generar una enorme paz a otras personas, pero también pueden destruir y generar consecuencias catastróficas e irreversibles. Entonces lo que hacemos o lo que aprendemos con el tiempo es a ser más cautelosos y mucho menos impulsivos.
Este proceso es natural, aunque hay personas que de manera consiente aprenden a callar más. Todo depende en gran medida del grado de conocimiento que tenga la persona. Existen casos de individuos que por más que quieran no logran quedarse callados. Estas personas pueden hablarte de cualquier tema, de hecho a muchos les resultan agradables estas personas ya que suelen ser muy cultos y muy carismáticos, hablan por horas y a toda hora, y no importa el tema que toques, ellos siempre tendrán una respuesta para ti.
El problema es que mientras más palabras dices más riesgo corres de que equivocarte o de que los demás te señalen por algo que dijiste de manera incorrecta. Por lo que, sin lugar a duda, no existe nada mejor que el silencio.
Así que si deseas cuidar un poco lo que sale de tu boca, te invitamos a pensar dos y hasta tres veces antes de que dejes salir alguna palabra. Y luego de que hables, intenta razonar o reflexionar en lo que has dicho, has esto incluso como un ejercicio, y por sobre todas las cosas, intenta ser algo más silencioso.