Depositar el amor en alguien que no sabía lo que quería, fue mi culpa.
No es un tema de echarme el mundo sobre los hombros y cargar con la responsabilidad, es un tema de que cuando se trata de amor, muchos somos ciegos por elección.
Sí, tenemos la bendita manía de glorificar a quien amamos, de idealizarlo y colocarlos en un pedestal como si de santos se tratasen. Se nos olvida que son humanos.
Creer en alguien que no fuera yo, fue mi mayor error. Dejar el corazón en manos ajenas sin cuidado del desinterés que pudiese tener, fue mi peor decisión.
Hay cosas que resultan muy obvias, como la indiferencia, la falta de amor y el poco interés. Pero es que cuando te enamoras, es como si el interruptor que mantiene nuestro cerebro prendido, se bajara para darle paso al corazón para que tome todas las decisiones.
Por eso, debemos amar, pero sin perder la cabeza.
Por eso, debemos creer, pero solo en nosotros.
Por eso, debemos confiar, exclusivamente, cuando la otra persona demuestre que realmente nos ama.
Basta de victimizarnos por nuestros errores, porque si bien hay personas que son basura, es nuestra responsabilizar pisar con cuidado para evitar caer en sus mentiras y patrañas.
Dejemos de apuntar el dedo a quien nos lastimó, y comencemos a evaluar nuestra falta de atención para escoger a quien entregar el corazón.
Porque si bien, no se elige de quien enamorarse, somos libres de elegir a quien amar.
Porque enamorarse, es solo una sensación previa a la acción de entregarse.
Porque amar, es una decisión la cual podemos manejar, siempre que amemos con la mente y no solo con el corazón.