Los seres humanos somos seres sociales por naturaleza. Todos los avances y desarrollos que se han obtenido hasta la actualidad han sido a través de la interacción humana, de vinculaciones con los demás, relaciones sociales sumergidas en cultura, civilizaciones, conocimientos, experiencias, etc.
Pero, además, las relaciones sociales son una necesidad básica a un nivel mucho menor. Las relaciones sociales, y en especial nuestro círculo de apoyo, son un factor protector de un valor enorme frente a determinadas amenazas contra nuestra salud.
Nuestra personalidad se forja en el seno de relaciones sociales y son un medio para satisfacer objetivos personales. Son una fuente de la que nutrir nuestras necesidades básicas. Necesitamos contacto físico, relaciones y pertenencia al grupo. Eso nos da una seguridad enorme y nos tranquiliza.
El apoyo social es uno de los factores protectores más grandes que existen para todo tipo de alteraciones. En cambio, la falta de relaciones o el aislamiento social están muy relacionados con trastornos y malestar psicológico.
Así, las relaciones sociales son tan esenciales para nuestro desarrollo y beneficiosas para nuestro cerebro. Tan beneficiosas que pueden retrasar o minimizar la aparición de deterioro cognitivo.
La reserva cognitiva es la capacidad que tiene el cerebro para tolerar o retrasar la aparición de síntomas patológicos fruto de la edad o alguna patología, como el Alzheimer. Es decir, a una mayor reserva cognitiva, más tarde o de una forma más paulatina aparecerán estos síntomas.
Costumbres, como realizar actividades u ocupaciones estimulantes, dominar dos o más idiomas, adquirir nuevos conocimientos, hacer deporte y aprovechar el tiempo libre ayudan a mantener nuestro cerebro activo. Así, todas estas actividades han demostrado mejorar nuestra capacidad de reserva cognitiva.
Tener interacciones sociales y mantener una red activa de amistades ha sido relacionado con numerosos factores de salud. Entre las personas con mayor actividad social, se ha observado un índice más bajo de depresión, de frecuencia de enfermedades, mejor funcionamiento inmunológico o menor riesgo de ataque cardíaco.
Al parecer, cómo las personas se relacionan socialmente puede constituir una forma de enriquecimiento intelectual. Además, tener una rica vida social también nos aporta retos cognitivos mediante la conversación con otros.