La inteligencia emocional, es aquella capacidad de comprender, dirigir y reconocer las emociones propias para que, de este modo, podamos transmitir y controlar con mayor facilidad, aquello que parece salir de nuestros corazones.
Para controlar las emociones necesitas dos cosas: Disciplina y aceptación. La disciplina te ayuda a mantener el control de lo que estés sintiendo y la aceptación, te ayuda a reconocer el sentimiento que está ocurriendo dentro de ti, por ejemplo:
Supongamos que te sientes triste. Lo primero será que aceptes el por qué te sientes así. Aceptar la causa de una emoción, fortalece nuestra capacidad tolerarnos a nosotros mismos, esto nos ayuda a su vez, a poder poner en un lugar específico, lo que nos aflige. Es decir, si te sientes triste porque tu pareja te fue infiel, acepta que eso ya pasó, que es un tema irrecuperable y que debes seguir adelante porque no hay manera de arreglar el desastre que él o ella provocaron en ti.
Cuando aceptes que la razón de tu tristeza, no modifica tu presente o tu futuro, entonces te darás cuenta que el estar aferrada al pasado, es inútil. Luego, podrás recurrir a la disciplina para convencerte día a día, de no volver a mirar atrás, de no darle el gusto al pasado para que te vuelvas a sentir triste y te convencerás, de que es al frente, que tus pasos deben siempre apuntar para sanar tus emociones.
Esto también pasa con el amor. Muchas personas dicen “Uno no elige de quien enamorarse”, pero, analicemos esto con mayor profundidad. Cuando tenemos la inteligencia emocional suficiente para reconocer que lo que estamos sintiendo es un “enamoramiento”, podemos tener la disciplina de no sucumbir a nuestro deseo, ya sea porque no te sientes lista para una nueva relación, porque quieres enfocarte solo en ti o porque simplemente no te da la gana de tener a alguien con quien compartir tu vida amorosa.
El detonante de las emociones, es lo único que no se controla.
Todos, sin excepción, tienen esa capacidad de decir “sí o no”, a las emociones. La mejor forma de controlarlas es convenciéndote a ti misma, que tú tienes la potestad de decidir qué hacer con tus sentimientos una vez que aparecen. Lo único que no se controla, es el factor que las genera, el cual siempre será de carácter externo.
Es decir, las decisiones, acciones o eventualidades externas, explotan en nosotros los estímulos para determinadas emociones que, gracias a la inteligencia emocional, podremos controlar de una mejor manera.
No podemos evitar algunas de esas cosas, simplemente pasan, llegan a nuestra vida y, es ahí, cuando debemos tener el temple, la disciplina y la aceptación, para redirigir dichas emociones.