Gracias. Entre todo el caos, la pesadumbre y el malestar que has provocado, hay un espacio reservado exclusivamente para darte las gracias.
Gracias, por tan breve visita y haber hecho de mi orden, un desastre.
Gracias por alterar a los borrachos que se sentaban en un rincón hediondo a orina y cigarrillo al fondo de mi subcontinente. Justo donde la luz es tenue, justo donde se embriaga la mente y donde la razón deja caer a los pies del hombre primitivo, el poder de las decisiones.
Gracias por despertar al ser más violento, al más idiota, al más inteligente, al apresurado y a aquel que va despacio sólo por mera consideración, de disfrutar un instante placentero brindado por tu breve presencia, que, al acabarse, dejó todo como estaba, en el insoportable orden en el que yacía.
Gracias por haberme estorbado, distraído y alejado de mi aburrida vida.
Gracias por haberlo hecho por tan poco tiempo, y gracias por haberme vomitado de nuevo a la silla donde se apaciguan los borrachos de aquel bar. Y es que, entre tanto alboroto, se puede llegar a estar cómodo; se puede perder el recuerdo de lo que se era antes; se puede oscurecer el sentido de la responsabilidad por el trabajo, las tareas, los quehaceres del hogar, las reuniones con Dios en la Iglesia y nuestros propios objetivos personales.
Y es que, toda responsabilidad se condensaba en llegar a tiempo para la cena; dar un beso en el momento indicado; hacerla reír tanto para que se olvidase de sus minúsculos y enormes problemas.
Las responsabilidades eran solo hacerle el amor de tal manera, que no recordara lo pura que pudiese haber sido en algún momento; que le tocara de tal forma que los consejos de mami y papi, parecieran un grito de rebeldía contra la libertad de ella, de su cuerpo y de la manera en que me dejase reclamar mi revolución en éste.
Gracias por permitirme, por poco tiempo, haber vivido el caos que generaste, haciendo que mis responsabilidades se limitaran a hacerte reír, fornicar y gemir.
Gracias por haberte extinguido, por haber dejado la puerta abierta. Gracias por no dejar rastros para que la próxima responsabilidad, no se vea perturbada por tu ausencia.