Tus antiguos amantes viven en ti. Están marcados en tu conducta, en tu carácter y, en definitiva, lo que eres ahora. No me molesta eso, no me carcome la consciencia saber que alguien te besó en el mismo lugar, con quizá, menos o más intensidad de lo que yo lo hago. No hay tiempo para discutir del pasado si ahora, estás a mi lado.
Que hables de ellos no es malo. Recuérdalos, explica por qué cada uno de ellos fue bueno o malo en tu vida. Mientras escucho sus historias, aprendo yo también de lo que debo evitar hacer, y de lo que quizá deba mejorar.
Sé que me escogiste por una razón, por lo que soy, y de esa manera me amas. También sé que nunca me pedirías que me compare con uno de ellos, y nunca lo haré, pero si para ser mejor persona debo tener la humildad de aceptar que otros hicieron mejores cosas con tu cuerpo y corazón, no me molestaría tomar papel y lápiz para anotar una lista de virtudes que puedo añadir a mi manera de amarte.
Honestamente, espero que tú tampoco te lleves mal con mis antiguas amantes, porque aún pienso en ellas de vez en cuando. Aún recuerdos sus perfumes y frases favoritas, y no lo hago para molestarte, lo hago porque los amores que se fueron, me prepararon, me construyeron y formaron para ser lo que hoy tú amas.
Por ello, debemos valorar nuestros antiguos amantes, porque de ellos aprendimos a cómo ser mejores personas, tratando de evitar imitar sus peores decisiones y llevando en el corazón lo bonito que quedó de las viejas relaciones.
Agradezco entonces, al cariño, al sexo, al amor, a las noches de drama con gritos y lágrimas, las tonterías, las aventuras, lo desaprovechado y los secretos de mis antiguos amantes y los tuyos. Porque de ellos aprendimos cómo amarnos entre nosotros, cómo vivir juntos y como no caer en la costumbre, porque hoy somos el reflejo del pasado, y hoy, quiero pensar en un futuro en el que pueda morir a tu lado.