El hacernos conscientes que todo cambia con el transcurrir del tiempo, nos puede dar algo de consuelo cuando estamos atravesando momentos que nos duelen o situaciones que no podemos entender, pero que de una u otra forma roban nuestra energía vital.
La experiencia nos enseña que las heridas mientras van cicatrizando van dejando de doler, no necesariamente las olvidaremos, pero cada vez el dolor será menor, cada vez podremos con mayor facilidad pensar o hablar de ello sin que en un nudo se nos atraviese en la garganta. Aprendemos a entenderla o aceptarla.
Inclusive llegamos con el tiempo a agradecer las malas experiencias vividas, ya que de no haber vivido aquello, no hubiésemos tenido la posibilidad de aprender y a madurar.
La actitud como tu mejor arma
Si vamos a vivir lamentándonos y a dar más motivos para sentirnos peor ante una pena no conseguiremos nada. Lo mejor es tomar la situación con la mejor actitud posible, dar paso a un poco de consciencia y dejar de identificarnos con todo aquello asociado a nuestro ego y a las manifestaciones de nuestra mente, se nos hará más sencillo el tránsito y la aceptación de aquello que no nos agrada o nos lastima de alguna forma.
Es momento de pensar en positivo y sacar la mejor lección de cada cosa o experiencia vivida y dejemosla ir. Eventualmente dejará de doler e importar. Puede que llegue de forma más rápida o más lenta a este punto y eso solo lo haremos posible con nuestra actitud, con nuestra fortaleza mental y espiritual.
Así que no te afanes, ni derrames más lágrimas que las necesarias. Sí, todo duelo debe vivirse hasta llegar a la aceptación, pero no permitas que una mala experiencia te consuma. Laméntate, llora, agradece, canaliza, haz lo que tengas que hacer, pero procurando conscientemente tu bienestar. De igual manera todo pasa, todo cambia y esta no será la excepción.
Fuente: Mujer