A diferencia de los niños, los adultos tenemos la capacidad de poder decidir donde queremos o no queremos estar. Aunque, puede darse el caso que compromiso asumido, por limitaciones económicas, por seres queridos involucrados nuestra estancia en un sitio determinado se prolongue más de lo deseado.
En otros casos somos nosotros movidos por diferentes motivos decidimos priorizar de forma particular, muchas veces resultando favorecida la opción de estar en un lugar determinado, aun cuando no sea lo que nos haga sentir mejor.
Si no te sientes a gusto con el sitio en el cual te encuentras, primero piensa y entiende por qué te encuentras en ese lugar, luego evalúa las opciones que tienes para cambiar las condiciones del sitio y si es posible tomar medidas que mejoren la permanencia allí, en caso de que bajo ningún concepto quieras permanecer allí, aun teniendo factores que puedas cambiar, debes subir el siguiente escalón y partir, moverte, levantar tus alas… sin excusas, sin miedos.
Algunas veces nuestro corazón nos avisa cuándo es suficiente, nos preguntará qué es lo que estás haciendo allí y dirás una respuesta automática que cada vez pierde más peso o bien llegará el momento que no tengas respuesta.
No dejes que la costumbre te consuma, por no saber si existe algo mejor, por miedo o por lo que sea. Escucha tu corazón, abre tus alas vuela.
Tu vida es un regalo para ti, no debes vivirla a través de los demás, es tu deber hacer algo bueno con ella y lo primero comienza en ubicarte donde te sientas bien, donde estés cómodo… Donde normalmente queremos estar, es donde encontramos la paz…
Fuente: Rincón del Tibet