Bienaventurados los que siempre tratan de subirle la autoestima a los otros, sin envidias, ni sarcasmos, ni malas intenciones. Esto es un reflejo de que han hallado la felicidad consigo mismos y que no necesitan disminuir a nadie para sentirse bien consigo mismo.
Reconocer las cualidades en uno mismo es un verdadero desafío, pero reconocerlas en los otros puede ser todavía más complicada. Sobre todo ya que algunas veces vemos los bueno que hay en las demás persona desde la envidia. Pero la acción de amor más pura es hacerle un cumplido sincero, elocuente y amable.

Es sencillo tener la autoestima debilitada ahora que los estándares de perfección son absolutos y hasta extraños. En el empleo, en la escuela, en casa, entre otras. Todos poseen expectativas de nosotros mismo e incluso hasta nosotros mismos nos poseemos expectativas exigentes y hasta poco realistas.
El mundo está repleto de personas que desean empujar a otras, que desean opacar el brillo de aquellos que se encuentra a su alrededor para brillar mucho más. Estos individuos están muy lejos de sí mismas que no saben cómo amarse y respetarse. Ya que cuando se tiene una verdadera autoestima, no hace falta aminorar a ninguna persona para considerarse uno mismo valioso e importante.

Es por eso que son bienaventurados aquellas personas que siempre tratan de subirle el autoestima a las demás personas, porque solo están reflejando la riqueza que abunda en sus corazones. Sus mentes son totalmente libres y sus corazones están saludables.