La verdad es que esto fue algo que jamás planee para mí, jamás pensé que podría enamorarme de esta manera de alguien, jamás pensé que podrías significar tanto en mi vida, pero tanto, que ahora lo eres todo. Jamás quise interponerme entre tú y tu familia… Pero lo hice, y así fue como me convertí en “la otra”.
Desde un principio supe cuál era mi rol en tu vida. Desde el primer momento, me dejaste claro que eras casado y que repartirías tu tiempo entre tu esposa, tus hijos, tu trabajo y yo. La verdad, esto no me incomodó puesto que supiste darme el tiempo necesario, ni mucho ni poco. Enseguida, empecé a enamorarme de ti, por tu manera de tratarme, por esa forma tan provocativa de mirarme, por tus detalles y la ternura que me demostrabas.
Me enfatizaste que no podía enamorarme de ti puesto que tú no podías quererme de esa misma manera, que lo nuestro había algo meramente físico y que, en cambio, ella representaba otra cosa en tu vida. Me dejaste claro que no podías corresponderme, y así fui acostumbrándome a vivir de ese modo, a ser tu amante.
Hubo fechas en las que no podía llamarte, días enteros que los que no supe nada de ti. Fuiste muy específico con el tema de que sólo podía comunicarme contigo en momentos específicos y, sin embargo, aguanté todo eso por ti.
Muchas veces requerí un fuerte abrazo, muchas veces necesité de una palabra de aliento cuando todo me salía mal, en ocasiones necesitaba una caricia, algo más que un mero contacto íntimo, pero no, ahí no estabas. Ese es el precio que debemos pagar por esta doble vida.
No negaré que me cuesta muchísimo vivir así, pero mi amor por ti es más grande que mí misma, así que no importa si no te tengo como podría tener a alguien más, porque sin ti soy nada. Así tenga que compartirte, no me importa convertirme en tu amante…