Desde el instante en que abres los ojos, mando yo.
Incluso, entre tus sueños, yo gobierno pues en ellos coloco el rostro de esa persona que anhelas tener a tu lado en la cama, y la de aquel otro que deseas echar a un rio lleno de serpientes.
Mando yo, porque tu razón se apaga cuando te enamoras.
Aquí mando yo, contra tu propia voluntad.
Mando yo, porque sucumbes ante esa persona que ni siquiera te corresponde.
No pienso que eres débil por dejarme armar un caos en tu interior.
Pienso que eres un simple mortal que no puede contra la fuerza que los hace humanos.
Aquí mando yo, aunque dejes hablar a tu mente, me sigues obedeciendo a mí.
Porque mi voz retumba sesenta veces por segundo.
Porque mi presencia te da vida y porque esa vida se la das a quien yo decido.
Aquí mando yo, porque soy quien retuerce tu pecho cuando tus ojos le ven pasar y tu lengua se congela.
Aquí mando yo, porque soy quien recibe el peso de todas tus emociones y me he ganado el derecho a dominarte.
Aquí mando yo, en cada latido, en cada bocanada de aire, en cada suspiro que das por esa persona.
Aquí mando yo, desde que te levantas, hasta que te acuestas.
Aquí mando yo, hasta que deje de latir en tu pecho.