Cuando alguien que queremos se aleja de nosotros es difícil reconocerlo y aceptarlo. En este caso las personas suelen tomar dos caminos: olvidar o esperar su regreso, esta última parece bastante absurdo, pero suele ocurrir…
Las personas que esperan el regreso creen que el ser amado en algún momento regresará, quizá porque se fue sin despedir, o porque no supo decir adiós. Entonces nos inmovilizamos, nos quedamos justo donde nos dejaron y prácticamente suspendemos nuestra vida, nos estancamos, … aún sabiendo dentro de nosotros que nadie llegará.Es natural guardar cierto grado de esperanzas, sin embargo, esta esperanza debe ser lógicamente alimentada, porque si la persona por la que guardamos la esperanza, ya rehízo su vida o nos afrontó directamente y nos dijo que no es su plan volver y que no pretende que la esperemos, es absurdo mantener viva la esperanza de un retorno.
Y si resulta difícil eliminar la esperanza de raíz, lo más prudente y sano será dejarla en segundo plano y soltar, seguir con nuestra vida, poco a poco el tiempo se encargará de mostrarte que puedes empezar de nuevo.A veces lo mejor que llega a la vida no es lo que planeábamos, si la vida te cierra una puerta, habrán otras que nos sorprenderán gratamente con las cosas que pueden llegar a nosotros, no es necesario salir a buscarlo, solo tener la disposición necesaria para recibirlo cuando llegue.
Pero si tenemos nuestra mente y nuestro corazón enfocados en una utopía eso no nos permitirá ocupar esos espacios, no nos permitirá ver lo que quizás tengamos en frente, o las oportunidades que nos pasan frecuentemente por la vida.Solo confía, y no esperes más algo que no va a llegar. Hay tantas cosas que vivir por delante, que esperar en vano es un desperdicio de tiempo. No sabemos a ciencia cierta qué vueltas puede dar la vida, puede ser inclusive que en una de esas vueltas vuelvas a estar con esa persona que tanto añoraste, pero no lo tengas como meta, que si ocurre sea una sorpresa más de la vida, a lo que debes prestarle atención es a tu vida, no te la pierdas por nadie.
Fuente: Rincón del Tibet