Aunque el sufrimiento y el dolor no son lo mismo, intentamos evitar ambas experiencias. Sin embargo, evitar el dolor no es una buena idea, ya que es un proceso natural por el que tenemos que pasar ante situaciones que nos entristecen o nos causan malestar. Todos, en algún momento, hemos pasado por el sufrimiento y lo hemos alimentado, cuando lo único que teníamos que hacer para deshacernos de él era entregarnos al dolor durante el tiempo que necesitábamos.
El dolor nos sirve para crecer y desarrollarnos, y el sufrimiento para estancarnos. Por eso es importante diferenciar uno de otro. Puesto que entrar en el dolor supone vivenciar la experiencia, sentir la emoción, para finalmente dejarla ir y liberarla de forma natural.
El sufrimiento aparece con la negación del dolor y con el distanciamiento emocional. Impedimos que nuestra herida pueda curarse y cicatrizar, nos estancamos convirtiendo nuestro dolor en un sufrimiento innecesario. Darnos permiso para sentir el dolor, sin recrearnos necesariamente en él, nos permite afrontar la experiencia y seguir avanzando, además de impedir que nos estanquemos en el sufrimiento.
style=”text-align: center;”>“El dolor es un aspecto inevitable de nuestra existencia, mientras que el sufrimiento depende de nuestra reacción frente a ese dolor”.
style=”text-align: center;”>-Alejandro Jodorowsky-
Hay momentos por los que pasamos que han podido resultar tan dolorosos, que han hecho que desarrollemos un mecanismo especializado para desconectarnos de nuestra emoción, de nuestro cuerpo, y enfriarnos para evitar entrar donde ya sufrimos. Esto puede llegar incluso a la disociación, cuando no somos capaces de aceptar la realidad por el impacto emocional que nos supone.

Cuando existe la posibilidad de que se produzca una situación desagradable parecida a la que tenemos archivada en nuestro historial de experiencias, nuestro sistema de supervivencia nos protege. En la trastienda de esa protección artificial se esconden nuestros miedos más angustiosos, como el temor al abandono, a la soledad y al rechazo.
Esta evitación y enfriamiento a experimentar ciertas situaciones que nos ponen en alerta, pueden estar determinando nuestras vidas:
- Evitando el riesgo que supone amar.
- La inseguridad de confiar en quienes están a nuestro alrededor.
- Relacionarnos con precaución quedándonos en la superficialidad.
- Mantener relaciones en las que principalmente nos mueve el interés, de lo que podemos conseguir de las personas, utilizándolas como instrumentos para nuestros fines.
- Crearnos un universo hostil, en el que reina la supervivencia y la competitividad.
- Falta de confianza en sí mismo: complaciendo, buscando el reconocimiento y evitando expresar las propias necesidades.
Fuente: La mente es maravillosa
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