El amor, por hermoso y divino que parezca, tiene enfermedades. La peor de estas enfermedades es la indiferencia o el abandono. Existen muchas maneras de demostrar que amas a alguien, pero existen aún más formas de demostrar que NO le importas a alguien.
Un amor que se descuida, es un amor que de a poco, se torna gris. Yo lo veo como una pared… Sí, una pared. Imagina que pintas la pared de tu habitación de un color rojo. En un año, el color que aplicaste parece mantenerse sin darle mucho cuidado. Al segundo, si lo volviste a descuidar, el color comienza a deteriorarse y a tornarse más opaco. Al tercero, ya tu pared comienza mostrarse en blanco o el color que tenías anteriormente.
Lo mismo aplica con el corazón y el amor. Si no le damos una cuidada de vez en cuando, este empieza a volver a su estado anterior, a ese momento en el que no sentía nada por ti y no te amaba. El asunto está en que el corazón no es tan fácil de recuperar como una pared a la que le echas otra mano de pintura y ya.
El amor es volátil y se consume rápido, así que hay que mantener un respaldo que le de valor a través de nuestras acciones. Por ello, si le descuidamos y le dejamos morir, es casi imposible que le revivamos.
Por ello, evitemos enamorar a alguien a quien no tenemos planes de cuidarle y darle importancia a largo plazo, porque, aunque las expectativas a ilusiones puedan darle un soporte por algún tiempo a ese amor que hemos jurado, sino le correspondemos con acciones, dicho amor sucumbirá ante el abandono, porque el corazón no come de ilusiones y promesas vacías, sino de actos de amor y cariño verdadero en el que se demuestre, a diario, lo mucho que nos importa el corazón del otro.