Nuestro amor propio puede ser tan elevado que nos protege de las situaciones negativos, muchas veces pasan desapercibidos los maltratos, llevándolo a un sector menos importante.
Somos los únicos capaces de velar por nuestro bienestar y si no nos encontramos centrados, podríamos estar expuestos a cualquier tipo de maltrato sin siquiera percatarnos o peor aún darnos cuenta y pensar que lo merecemos.
Solemos ser más amables con las acciones negativas que vienen de personas que apreciamos, pensando que están pasando por un mal momento y se están desquitando con nosotros. Nos volvemos tolerantes, pero esto puede incrementar acciones que nos dañen en el futuro.
Si nuestra autoestima se encuentra bien plantada, tenemos muchos más recursos para definir límites de respeto, para darnos cuenta de que estamos recibiendo acciones que nos perjudican y se nos hace fácil tomar las medidas necesarias para cambiar el escenario que vivimos.
Si no tenemos claro lo que nos merecemos, dejaremos que cualquier persona nos haga daño. Todos somos como una especie de imán que atraemos a nuestra vida lo que creemos merecer. Si no logramos conciliarnos con nosotros mismos, seremos los primeros en fallarnos y eso con gran facilidad se proyectará a nuestro exterior y atraeremos a personas que nos puedan hacer sentir mal.
Como eres por dentro eres por fuera, por eso cuando somos maltratados, debemos vernos en el espejo y observar, estudiar qué estamos haciendo para que nos falten el respeto. Cuál es la imagen que estamos proyectando en nuestra vida. Para poder solucionar los problemas tenemos que hacer las paces con nosotros mismos para poder solucionar los problemas.
Sólo cuando nos amamos y nos aceptamos como somos es que podemos ver el mundo de forma distinta y en consecuencia el mundo nos verá diferente a nosotros.
Trata a las personas como te gustaría ser tratado, ámate como pretendes que te amen y sobre todo respétate como te gustaría que los demás lo hicieran. Nadie merece ser maltratado, no vivimos para que nos falten el respeto, sino todo lo contrario, venimos a este mundo para amar, y esa actitud comienza y termina con nosotros.