Algunas historias se forman a base de ilusiones y promesas falsas. El asunto está en cuál es nuestra disposición a creerlas. Uno puede pensar que siempre tendrá el dominio de lo que decide o no creer, sin embargo, no resulta tan fácil cuando la persona que te lo dice, te hace temblar el suelo cada vez que le vez. Y es que, el corazón es débil al igual que la carne, y si no recurrimos a nuestro racionamiento lógico y dejamos las decisiones en mano de las emociones, entonces tan culpable seremos nosotros de creérnoslo, como estas personas serán culpables de mentirnos.
Y es que todo parece bonito cuando te hablan de un futuro juntos, viajar por el mundo, casarse e incluso una posibilidad de tener hijos. Todo es hermoso hasta que pasa algo que te hace desconfiar, hasta que te dan un baño de agua fría y despiertas de una vez por todas de esa ilusión que te han montado.
Y justo eso es lo malo, que lo que molesta no es NO creer, sino creer y luego darse cuenta de lo idiota que pudimos llegar hacer por entregarnos a alguien que nos prometió el paraíso sin tan siquiera intentar bajarnos la luna.
Porque en esto de amar, debemos ser exigentes. No podemos ir por ahí llamando amor a cualquier estrella fugaz, pretendiendo que esta se detenga por nosotros. Debemos ser pacientes y tener la inteligencia emocional suficiente como para amarnos tanto, que lo mínimo que podamos aceptar, sea el universo entero por medio de acciones de amor verdadero.