Sí, efectivamente, perdonar es algo lindo. Incluso, algunas personas consideran esto como un don, porque honestamente, no es nada fácil perdonar a quien una vez te hizo daño. El perdón limpia el alma, bien dicen, y nos libera del dolor que causa aferrarnos al pasado, pero ¿Hasta qué punto este perdón nos hace bien?
Quien tiene la capacidad de perdonar, tiene la fuerza para ponerse en los zapatos del otro. Sin embargo, hay que saber cuándo esos zapatos, nos aprietan los pies. En palabras más sencillas, uno debe perdonar, hasta cierta medida, hasta que nuestra dignidad se vea afectada y hasta que la persona que perdonamos, realmente cambie para bien, buscando no volver a cometer los mismos errores.
Porque justo eso es lo que hace que muchos se queden estancados en el perdón. Hay que saber cuándo decir que no, a quien nos suplica una segunda, tercera o décima oportunidad. Yo lo veo de esta forma. A mí que no me pidan perdón, porque honestamente, siempre perdono cuando veo que la persona que se disculpa, busca mejorar para no fallar de nuevo.
Es simple, si usted pide perdón, es porque está dispuesto a mejorar, de lo contrario, no haga perder el tiempo a la buena persona que le da otra oportunidad. No hagas del perdón, una costumbre. No caigas en el error de creer que la otra persona va a mejorar a la tercera o a la cuarta vez, porque si no aprendió a la segunda, entonces quizá nunca lo haga.
No nos aferremos tan fuerte al amor, hay que quitarnos las vendas y reconocer que algunas cosas, simplemente no se hicieron para nosotros. Acostumbrémonos mejor, a reconocer cuales son nuestros límites, a dejarlos en claro, y a no ser una piñata para que nos de golpes cada vez que a los idiotas se les antoje.