¿A ti también te lastimó alguien en quien confiaste con el alma?
Pues bienvenida a la realidad, bienvenida a la tierra. La sociedad avanza a un ritmo vertiginoso, y con ese avance las emociones parecen desplazarse cada vez más a un segundo plano en el que, la bondad, la lealtad, honestidad, confianza, inocencia y amor puro, son virtudes y estados del hombre débil.
Sí… Parece que cada día se pone más de moda el “A cuántas personas puedo engañar”, “Con cuántos corazones puedo jugar”, “A cuántas nobles almas puedo joder”. Y no, no es algo exclusivo del hombre, porque la mujer también forma parte del juego… Y hasta lo decía Joaquín Sabina: “Los hombres engañan más que las mujeres, pero las mujeres engañan mejor”.
Es como si a diario, hombres y mujeres compitiesen para ver quién se hace más daño, quién mete el puñal más profundamente, quién saca más tripas y corazones sin sentir cargo de conciencia… ¿En serio? ¿Tan podrida está la mente del ser humano?
Y no los culpo, la sociedad se ha sistematizado para seguir un tipo de conducta determinada, por mucho que digan que poseen personalidad, todos parecen ser fabricados en una industria de personas desvalorizadas.
Por eso, es común escuchar a un amigo decir “Me engañó, y tanto que la amé y confié en ella” … O, “El imbécil me vio la cara de idiota durante meses, y no sabe todas las cosas que hice por él”.
Si te preguntas ¿Cómo no ser parte del sistema? Es muy simple en realidad: No seas como esos que te lastimaron, no rebajes tu dignidad por venganza y no distorsiones tus conceptos del amor y la amistad porque algún imbécil jugó contigo.
No digo que estemos a tiempo de mejorar todo el maldito sistema emocional de las personas, digo que es posible sumar gente a la minoría que todavía es leal a sus sentimientos, que todavía confía en lo que siente y todavía es capaz de amar honestamente, porque dentro de esa minoría, hay personas que piensan como tú y que quizá, mañana, conozcas.