Se puede denominar la preocupación como una actitud de apatía o inseguridad ante una situación de la cual se tiene miedo de afrontar, dejando como resultado un desgaste mental y hasta físico. En otro sentido, la preocupación es una estrategia de afrontamiento disfuncional basada en la emoción.
No solo no resuelve los problemas, si no que coarta el flujo de soluciones realistas. Estas por lo general, se trazan como objetivo llegar a controlarlo todo, como si esto fuese una realidad. Y no solo no ejerce efecto en el mundo real, si no que entorpece el flujo normal de la vida.
El hecho de preocuparse, es un producto mental que difícilmente puede ejercer control alguno en el mundo real. En donde, preocuparse se convierte en una herramienta que, a corto plazo, modera miedos, pero que a la larga se convierte en un ritual improductivo.
Aunque se crea que preocuparse puede ayudar a una solución, no es así. Lo que en verdad aporta soluciones es ocuparse, ya que lleva a centrarse en el problema y pensar sobre qué se puede hacer con él, qué salidas hay y qué decisiones tomar al respecto.
En psicología están detallados los criterios diagnósticos del Trastorno de Ansiedad Generalizada (TAG) que, en buena medida, describen a las personas que se obsesionan con las preocupaciones.
Las personas con TAG albergan preocupaciones que en contenido son iguales que las de otras personas, pero en intensidad, frecuencia y duración son desproporcionadas. Hacen de la preocupación su realidad y actúan conforme a ella, lo que deteriora sus relaciones y su vida diaria.
Las personas preocupadas constantemente recurren a este modo de afrontamiento porque piensan que preocuparse:
- Resuelve los problemas. La realidad, es que obstaculiza soluciones eficaces, al aferrarnos a una salida inconclusa y errada, terminando realmente agobiados.
- Ayuda a descubrir medios de evitar lo que se teme. Pero esto no ocurre, porque más que evitar a lo que se teme, se atrae.
- Motiva para llevar a cabo lo que se debe hacer. No es cierto, la preocupación desgasta y deja sin fuerzas para la ocupación, que es la que realmente se implica en la solución.
- Prepara para lo peor. De llegar a ocurrir “lo peor”, la preocupación no prepara para ello. Pero, si malgasta largos periodos de tiempo rondando sobre el problema que aún no existe.
- Evita por sí mismo que ocurran cosas negativas. La preocupación es un estado mental que no puede, por definición, controlar la realidad. Esto viene a denominarse “pensamiento mágico”.
- Ayuda a no pensar. Preocuparse es seguir pensando sobre algo de forma disfuncional.
- Rasgo positivo de la personalidad. Las personas que se preocupan con frecuencia, suelen decir que son responsables, bien intencionados o bondadosos. Si no se preocuparan, les invadiría el sentimiento de culpa y entonces cambiarían una emoción por otro. Pero ni una ni otra emoción ayuda a resolver nada. La preocupación no previene el futuro negativo que se tenga en mente y la culpa no resuelve los problemas del pasado.
En contraste, las personas con TAG no pueden dejar de preocuparse. El tratamiento psicológico va encaminado, de forma cognitiva a hacer ver que la preocupación no tiene la función que se cree.
Por otro lado, la parte conductual tiene el objetivo de: dejar un espacio y tiempo límite a la preocupación, dejarlas estar sin darles valor alguno o emprender acciones distractoras.