El mundo nos da muchas posibilidades de tener sexo, pero no de hacer el amor. En otras palabras, vivimos en un mundo lleno de relaciones fugaces donde tocar el corazón no está permitido. Solo queremos llegar a la piel y no pasar de ahí pues el temor a ser lastimados no nos deja profundizar en las emociones de otras personas.
Pero, cuando logramos que los planetas se alineen, conseguimos a alguien que sí tiene el deseo de nadar profundo en nuestra consciencia y formar parte real de nuestra vida. Quizá, lo difícil no sea en realidad hallar a alguien que quiera eso, sino mantener el tesoro a flote y no cometer acciones que destruyan eso que hemos conseguido o construido. Por ello, debemos evitar:
OCULTAR COSAS.
No se trata de ocultar romances fuera de la relación, pues acá hablamos de cosas que son peores que una infidelidad. Hablamos de ocultar grandes problemas personales que nos hacen la vida un caos. Que le ocultes tus preocupaciones a la pareja, solo refleja que no confías lo suficiente en él o ella como para compartir el peso de tus dilemas. Una pareja no es solo para darse besitos y agarrarse de la mano, también es para mantener un apoyo mutuo en los peores momentos.
FALTA DE AFECTO.
Nunca presupongas que tu pareja sabe cuánto le amas. Las muestras de afecto siempre serán necesarias para mantener el deseo y el cariño vivo. Descuida eso y pronto tendrás a tu pareja llena de inseguridad e incertidumbre. No dejes de escribirle poesía o dedicarles canciones, en otras palabras, nunca dejes de enamorarla.
DOMINIO.
Ante la seguridad que brinda una relación, es común que uno de los dos se sienta con completo control de tus emociones. Es como si el hecho de que tu brindaras cariño, le dijese a quien lo recibe, que estás dispuesta a mantenerte sumisa en la relación. Cuando esto sucede, lo mejor es alejarse o poner un alto de inmediato a esa tonta idea. La sensación de dominio puede convertirse de un día para otro en una realidad palpable y puede terminar por hacer tóxica la relación.
EGOÍSMO.
No existe nada peor que el egoísmo en una relación. Esa constante actitud de “todo es por mí y para mí”, destruye el cariño por muy fuerte que sea. Siempre debemos ceder en la misma medida que el otro lo hace. Dejemos al lado el egoísmo y comencemos a preocuparnos también por lo que la otra persona quiere y necesita.
RESENTIMIENTO.
Finalmente, el resentimiento surge cuando nuestra pareja se equivoca y no logramos perdonarle su acción. Sea cual sea, si decidimos dar una segunda oportunidad, es mejor que vaya acompañada de un perdón real, si no, lo mejor es alejarse porque de lo contrario estarás viviendo con una constante lucha dentro de ti de amor-odio que terminará confundiéndolos a ambos y haciendo de la relación un entorno tóxico del cual no querrán volver jamás si es que logran salir de ello.