Ya lo sé, lo primero que se nos cruza por la mente cuando alguien nos engaña, es venganza, sangre y fuego. Bueno, quizá no tan exagerado, pero seamos honestos, pues la ira y el dolor que se siente al ser traicionados, no es para menos. Sin embargo, dentro de todo ello, debemos apelar por nuestro lado más humano, la parte racional que nos hace ser personas y que nos ayuda a no rebajarnos al nivel de nuestros verdugos.
- Culpar a la tercera persona: Los engaños amorosos son un mal que comienza por el núcleo de la pareja. Dejemos de apuntar a la tercera persona como la principal causa de la ruptura, ya que esta pudo haber sido cualquier otra persona y, aun así, lo único que no cambiaría, sería que dentro de la relación ya había un problema el cual no se supo identificar, atacar y resolver. Obviamente, la primera persona a la que debes exigir una explicación, es a tu pareja.
- Mendigar el amor que se fue: Tengamos dignidad y amor propio, que el que se va es porque no quiere estar a nuestro lado. Sí, puede que se nos tambalee el mundo un poco y esto nos haga perder la cabeza. Pero no es razón para salir a llorar de rodillas por una nueva oportunidad y menos, si tú no fuiste culpable de que la relación se acabara.
- Asumir la culpa: Así como no es correcto echarle la culpa a un tercero, no es correcto echarte la culpa a ti. Los adultos son responsables de sus decisiones, así que, si tu pareja decidió destruir la relación por su poco pensar, pues ya sabemos que la responsabilidad de la ruptura, cae sobre él o ella.
- Dejar de creer en el amor: Dejemos de ponerle una cruz a cupido. En el amor no hay nada de malo, lo malo son las decisiones que toma la gente. Si usted quiere dejar de creer en algo, deje de creer que por enamorarse ya conoce a alguien al 100%, deje de creer en el pasado que le lastimó, y deje de creer que, por entregarse por completo, la otra persona hará lo mismo. El amor es algo que parte de uno como individuo, y se mezcla con las decisiones del otro, solo es cuestión de buscar a alguien con quien te sientas en equilibrio tanto por lo que das, como por lo que recibes.
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