Los detalles sencillos son los que realmente importan: un abrazo, un “gracias” o un “cuídate”. Hay que siempre considerarse admirador de estas simples cosas, porque al final son las más hermosas, debido a que se dejan guiar por el sentido común, por la empatía y el corazón que jamás va a conocer de artificios.
Es bastante curioso que, actualmente, tantos enfoques de desarrollo personal como en el campo de las grandes empresas, se hayan puesto a rescatar el valor de lo sencillo. Muchos expertos en marketing y publicidad, conocen de un eslogan que no falla casi nunca: “hazlo simple y algo ocurrirá”.
Antonio Machado dijo: “es propio de los hombres de cabezas pequeñas embestir contra todo aquello que no les cabe en la cabeza”. Es, sin duda alguna, el mejor ejemplo para describir este tipo de personalidades para las cuales, las cosas sencillas, jamás van a tener sentido. Confunden simplista con simple, la simplicidad no tiene nada que ver con lo ingenuo ni con lo necio.
El poder de lo sencillo
A las personas que tratan de darle importancia a las cosas simples, se les suela criticar lo siguiente:
- Quién practica la importancia de lo simple es un simplista, es decir, alguien que no se esfuerza por mostrar algo más profundo o elaborado.
- Si eres simple todos querrán igualarte, es decir que no vas a poder destacarte.
Realmente, cuando una persona busca la simplicidad, debe colocarse junto a los grandes pensadores del mundo. Como dijo Churchill una vez: “de las complejidades intensas salen las sencilleces más hermosas”.
La belleza de lo sencillo en actos cotidianos
Con frecuencia se dice que la vida suele ser como una telaraña, nuestras líneas se mezclan y tomamos caminos incorrectos, nuestros esfuerzos no se terminan de lograr y, finalmente, quedamos adheridos en las realidades complejas y desalentadoras.
Nos venden computadoras con infinidades de programas, celulares con muchas aplicaciones, las tiendas nos ofrecen varios tratamientos para el cabello, es decir, cada día nos recuerdan aquello de que es ideal tener muchos estudios, títulos, amigos, muchos… la complejidad se asocia con la idea de felicidad, que en realidad no siempre se mezcla a la perfección.
Algo que debemos tener en cuenta siempre, es que las cosas más grandes ocurren cuando se hacen bien las pequeñas, porque, sembrando las cosas pequeñas, podemos cosechar algo demasiado grande. Nada mejor que practicar ese arte de la sencillez en todos nuestros actos.
Avanzar con calma, siendo consciente de lo que nos envuelve, usando el sentido común y la intuición, son sin duda las mejores estrategias para poder deshacer cada nudo de las complejidades que tenemos. Hay que confiar más en nuestro instinto y escuchar más la voz de nuestro corazón.